La asombrosa historia del hombre que no pudo ser abducido

Frecuentemente llegan hasta nosotros los testimonios de inquietantes relatos de abducciones en los que una persona es secuestrada en contra de su voluntad y sometida a cierto tipo de pruebas de carácter médico en las que se experimenta con el sujeto, se toman muestras y se le examina. La víctima que recuerda haber experimentado un evento de este tipo, lo hace con vergüenza y pudor en la mayoría de las ocasiones.

Esto parece ser, a grandes rasgos, una característica común a un gran número de los casos de abducción reportados. Sin embargo, el suceso que nos ocupa en esta ocasión tiene una conclusión inesperada y opuesta a lo expuesto anteriormente.

Según el testimonio de Albert Burtoo, caballero de nacionalidad inglesa, él mantiene un curioso encuentro con lo desconocido el 12 de Agosto de 1983 en la localidad de Aldershot en Reino Unido a los 77 años de edad. Entre otras cosas, Albert había luchado en la II Guerra Mundial, se había convertido en un reputado historiador pero también se había ganado la vida como granjero y jardinero.

burtoogood
Retrato fotográfico del testigo

Albert es también un experto cazador y pescador con varios años de experiencia a sus espaldas y como ese día la predicción meteorológica era muy buena decide acercarse a uno de esos lugares que pocos conocen donde puede hacerse una buena pesca para pasar el día junto con su perro.

Mientras se relaja pescando un inusual objeto que brilla en el cielo con intensa luz capta su atención y puede observar como toma tierra a no demasiada distancia de donde él mismo se encuentra.

Como todo buen inglés, comienza a servirse una taza del té que trae preparado en un termo cuando su perro empieza a manifestar signos de nerviosismo. De pronto, al lado suyo, aparecen dos extraños seres en medio de la oscuridad. Humanoides de muy baja estatura, por debajo del metro y medio, que visten unos extravagantes monos ceñidos de color verde que les cubren el cuerpo entero. Rematan el conjunto con un casco del mismo color y viseras de color negro.

Los dos extraños instan, mediante signos, a Albert a acompañarles. Sorprendentemente y, en contra de todo sentido común, Albert decide hacerles caso. Más adelante diría que sintió que debido a su edad, no tenía nada que perder, que la curiosidad fue más intensa que cualquier prudencia, no obstante es posible que se ejerciera algún tipo de control sobre su voluntad e instintos.

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Representación artística del momento del encuentro

Así el pescador sigue a las dos criaturas que le guían a través del bosque hasta que encuentran un platillo volante posado en el suelo. A continuación invitan al caballero inglés a que se interne en la nave subiendo una escalinata que se halla colocada para el acceso.

Una vez dentro Albert se da cuenta de que no puede llegar muy lejos, debido a que el techo del interior del aparato es muy bajo por lo que se encorva y se agacha en la medida de sus posibilidades para seguir a los dueños de la nave por el interior de ésta hasta que se encuentra en el interior de una sala negra y metálica que parece estar hecha de una sola pieza pues no puede dar con ninguna junta, tornillo o soldadura en sus paredes. Destaca en todo momento el intenso olor a carne en descomposición imperante en el ambiente.

Sin previo aviso, del suelo en el centro de la sala surge un poste que llega hasta el techo. Tiene un diámetro de algo más de un metro y con él aparecen otros dos seres idénticos a los que le habían acompañado hasta ese momento.

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Dibujo de la nave realizado por el propio testigo

Acto seguido piden a Albert que se coloque bajo un haz de luz anaranjada que se toma unos minutos en los que parece escanearle.

El pescador queda realmente sorprendido cuando uno de sus acompañantes se dirige directamente a él  con voz cantarina y un acento que nuestro protagonista define como ‘’algo entre el ruso y el chino’’, y le pregunta por su edad.

Tras responder honestamente a dicha pregunta estos seres solicitan a Albert que se marche alegando que es demasiado mayor y que está demasiado enfermo como para ser de alguna utilidad para sus propósitos.

Albert, aunque extrañado, obedece como ha venido haciendo hasta ahora. Baja de la nave y vuelve a su lugar de pesca. Muy tranquilamente coge su taza de té, ahora frío, y mientras le da un sorbo escucha un sonido eléctrico, chisporroteante, alza la vista al cielo y presencia como la nave de donde él mismo acababa de bajar se pierde de su vista volando a gran velocidad.

national enquire
Artículo del incidente publicado en el National Enquire

Este interesante caso en el que el testigo es rechazado para ser una posible víctima de abducción resulta sorprendente. Sin embargo no es una situación sin precedentes pues ya se han reportado otros casos de similares características en los que los fortuitos captores rehúsan utilizar al testigo para sus investigaciones y propósitos pues parece que el sujeto en cuestión no acaba de cumplir con las condiciones físicas necesarias para tal fin, incluso aunque la persona tenga ánimo de cooperar y dé su consentimiento.

Y es que este intrigante fenómeno genera una amplia variedad de situaciones que, si bien tienen varios puntos en común, cada una tiene alguna peculiaridad que la infunde de un carácter especial, en este caso, le tocó a un afable anciano al que se rechazó para participar en la abducción.

5 comentarios

  1. Hola, Sonia.

    Un caso que te deja con la boca abierta. O sea, ¿un hombre que recuerda perfectamente toda su experiencia de no-abducción? La verdad es que nunca había leído nada parecido. Así que resulta que hay personas que no son válidas para ser abducidas. Van a tener que hacer un test a los posibles humanos que quieran abducir, para no perder el tiempo con ellos, jajjaaja. Dejando de lado las bromas, un caso sumamente curioso e interesante si todo lo que cuenta este señor ocurrió tal y como lo relata.

    Dos detalles me llaman la atención: que no se describa a estos seres como «cabezones» y que lleven la cabeza cubierta con un casco con visera. Al parecer, no se trataría de los típicos «grises» de casi siempre.

    Saludos.

  2. Saludos Sonia, Vicente & Cía.:
    ¡Qué cosas! Con toda su tecnología no se dieron cuenta de que era viejo. Vaya unos observadores del medio. Y querían hacerle pruebas sin pedirle permiso ¿No? Lo invitan o hacen ver que lo invitan, pero luego igual lo crujen. Lo que pasa, a lo mejor, es que este hombre no tenía miedo ni se le podía asustar. Tal vez por éso no le pasó nada y lo dejaron marchar.

    Hasta pronto.

  3. Pues no sé si creerme demasiado esta historia, la verdad, igual hasta se la inventó el hombre, no podemos saberlo. O sea, ve aterrizar una luz cerca de él y acto seguido se sirve un té tan tranquilo. Eso sí que es flema británica. Lo que ocurre es que la descripción de la nave me suena demasiado física, vulgar y mundana, no sé cómo decirlo. La apariencia de los visitantes, esa visera, el hecho de no detectar su edad, aunque el ser rechazado sí que da credibilidad a la historia, pues al ser algo extraño refuerza los patrones normales de las abducciones (exámenes físicos y médicos, u obtener alguna utilidad del sujeto). O sea, que guardaría cierta lógica con los supuestos motivos de estos eventos, eso si es cierto todo. Saludos.

  4. Esa observación tuya da mucho que pensar,quiza al no verse atemorizado no contribuyó a abducirlo….da que pensar..

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