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El que para mí constituye uno de los casos más curiosos e inéditos del mundo aconteció el 21 de Agosto de 1955, en Kelly-Hopkinsville, Kentucky, cuando la granja de la familia Sutton fue asediada por «hombrecillos» de piel plateada, enormes ojos, orejas puntiagudas, y afiladas garras. Eran enanos de 1,20 m que parecían salir de todas partes y contra los cuales, los 11 miembros de la familia arremetieron a balazos sin siquiera magullarles.
La familia Sutton estaba formada por Elmer, Vera, John, Alene y su hermano, todos huéspedes de la familia Langford, formada por Glenie y sus hijos; Lonnie, Charlton y Mary. También ocupaba la casa el joven de 18 años Billy Ray Taylor y su esposa June, amigos del resto. En total; 11 personas. Los primeros indicios de anormalidad en la granja se iniciaron a las siete de la tarde, cuando el joven Billy Ray Taylor que había salido a beber agua de un pozo cercano presenció un objeto muy brillante, con todos los colores del arco iris, que aterrizaba cerca de la granja, en el lecho de un río seco.
Al regresar a casa, contó lo sucedido, pero ningún miembro de la familia hizo caso del asunto y no salieron siquiera a mirar fuera. Creyeron que Billy habría visto una «estrella fugaz». Otros se lo tomaron a broma.
Pasada una hora, la familia observa desde la casa como una figura luminosa se aproxima. Al principio pensaron que era el reflejo de alguna luz, pero cuando aquello se situó a unos 6 metros enfrente de la granja, el pánico se apoderó de todo el mundo…
Era una criatura bajita, con ojos salidos de las órbitas , sin párpados ni pupila, y unas orejas espantosas, como las de un elefante, y con un amplio cinturón. Sus brazos le llevaban al suelo, y tenía unos dedos muy largos terminados en garras.El singular «hombrecillo» avanzaba hacia la casa con los brazos alzados en señal
inequívoca de paz, pero cuando el ser llegó a unos 6 metros de la casa, dos de los hombres, Billy y Elmer cogieron sus escopetas y acribillaron al «hombrecillo» haciendo caso omisode sus buenas intenciones. Billy disparó con un rifle 22 y Elmer con una escopeta. El pánico que les causó su aspecto pudo más que la razón… Y esperando haberle abatido, la criatura recibe los impactos cayendo de espaldas y dando ágiles volteretas en el suelo hasta esconderse en una zona de oscuridad. Los hombres entraron de nuevo a la casa, totalmente desconcertados, aunque creyendo que aquella cosa , viva o muerta, no le quedarían ganas de acercarse más por ahí…
Sin embargo, nada más entrar, el pánico vuelve a adueñarse de la familia cuando por una de las ventanas asoma otra de esas extrañas criaturas. Los hombres deciden abrir fuego con sus escopetas a través de la persiana.
Y aunque bien que lo alcanzaron, su cadáver no apareció. Nuevamente habían burlado las balas.
Los granjeros salieron fuera con objeto de acabar con todos ellos. Nada más salir, el joven Billy Ray Taylor sintió como unas zarpas le acariciaban con cuidado su cabello. Un largo brazo terminado en unas afiladas garras, colgaba de lo alto del tejado.
Los hombres se temían lo peor, y así fue; un tercer «hombrecillo» estaba subido en el tejado. Le respondieron con plomo y el ser cayó abatido sobre las tejas, sin sufrir daño alguno… Varias criaturas seguían subidas en los tejados, a las que fueron disparando.
Uno de los seres recibió los impactos y cayó hacia atrás, flotando con suavidad hasta el suelo, sin un rasguño. Además de inmunes, podían levitar en el aire. Sin tiempo a reaccionar, otro «hombrecillo» apareció subido en lo alto de un árbol. Lo dispararon y en vez de caer, también descendió hacia atrás flotando hasta el suelo.
Aquello era una auténtica invasión de seres del espacio, pues aparecían por todos lados, pero los disparos tan sólo les hacían caer hacia atrás, volvían a ponerse en pie y se ocultaban en la oscuridad. Cuando los Sutton abrían las luces del exterior, los seres se escondían rápidamente, dando volteretas hacia una zona oscura, como si sus ojos fueran ultrasensibles a la luz.
El asedio continuó, y los Sutton les estuvieron disparando sin cesar hasta las 11 de la noche, momento en que el nerviosismo y la desesperación de la familia llegaba a un punto álgido al ver que nada podían hacer contra unos seres que les brillaba la piel, (Parecían niquelados) flotaban en el aire y recibían sus proyectiles del calibre 22 como si nada, se esfumaban cuando querían, reapareciendo luego en otros puntos de la granja…
Con múltiples cargadores de balas vaciados y extenuados, los Sutton acudieron a la Oficina del Sheriff en Hopkinsville. En vista de que no estaban borrachos, y que no fingían por un estado de pánico tal que a uno de ellos le latía el corazón a 120 pulsaciones por minuto, el Sheriff ordenó que acordonaran los alrededores de la granja. Numerosos Policías del condado, del estado y de la ciudad registraron palmo a palmo la zona,
hallando tan solo unas extrañas pisadas y el testimonio de un Policía que vio luces parecidas a «meteoritos» que descendían hacia la granja.
La familia se negaba a volver a la granja hasta asegurarse de que la Policía lo hubiera husmeado todo. Estaban aterrorizados, pero finalmente se les garantizó de que ahí no había nada. De vuelta a casa, los Sutton se llevaron un segundo susto. Los seres habían regresado de nuevo. Pero segundas partes nunca fueron tan buenas, y no hubo tanto revuelo, en parte quizás por el agotamiento general de la familia.
A las 2.30 de la mañana, la mujer Glenie vio desde su cama como los brillantes ojos de uno de esos «hombrecillos» la observaban a través de la ventana. Elmer disparó al ente, y este se perdió en la oscuridad.
La presencia de los «hombrecillos» duró hasta las 6 de la mañana, momento en que desaparecieron para no regresar nunca más… El Jefe de Policía Russel Greenwell aseguró; «Algo asustó a esa gente, algo que está más allá de su comprensión».

El caso fue rigurosamente estudiado por técnicos de la Aviación militar, quienes redactaron un revelador informe que otorgaba bastante credibilidad al suceso. Para explicar la impenetrabilidad de las balas en este caso, el ingeniero Francés Jean Goupil sugirió la teoría de que , puesto que esos enanos llevaban unos cinturones, estos emitieran un campo repelente de fuerza cinética que los envolvía y detenía cualquier
bala por efecto rebote. En todo caso, queda claro que esos entes sabían muy bien como las gastaban los americanos rurales, y acudieron probablemente en son de paz para un posible contacto, aunque la respuesta fuera tan violentamente descerebrada, esos escudos de fuerza magnética estaban allí para algo…
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